La capacidad masculina de aprender a articularse movimientos de vida

Por Dr. Ramón Rivero Pino
A partir de la representación de que el hombre está hecho para la calle y no para la vida doméstica, desde las edades tempranas al niño varón se le va expropiando de la capacidad de valerse por sí mismo, dejando su impronta en el desarrollo de procesos básicos como: alimentarse, vestirse, asearse, etc., ocuparse de él en sentido general, lo que lo convierte en la mayoría de los casos en seres dependientes, poco libres e inseguros para la vida, para enfrentar la vida doméstica y para el disfrute de la soledad.
Como arquetipo sexual aparece como inútil, desvalido, dependiente de la mujer en sus cosas personales, no le queda otro remedio que pasar de brazo en brazo; del cuidado de la madre, al de la novia, de la esposa, de la hija y a veces vuelve a la madre en caso de divorcio o viudez, es decir siempre asume la mujer la responsabilidad de los procesos básicos, creando una protección desmedida que no le permite valerse.
La soledad, que puede ser creativa, vivida como una etapa personal en la que puede aprender cómo orientarse en la casa, etc., y ayudar en el proceso de búsqueda de su propia identidad como varón, se transforma en miedo, temor por su invalidez e indefensión aprendidas. En las cuestiones domésticas, en muchos asuntos de la esfera privada el hombre queda fuera.
Esta expropiación deja, precisamente, la emoción negada a flor de piel. Hace de los hombres una especie de "superman" con los "pies de barro" y los condiciona a llevar estoicamente una coraza que disfraza tenuemente toda su inseguridad y temor natural ante la vida (Arés Muzio, 2000).
Estas asignaciones socioculturales a los hombres han implicado un alto costo psicológico, configurando un panorama preocupante desde la perspectiva de la salud y el bienestar.
Lo cierto es que todas las contradicciones que, en relación con el tema se expresan en la vida cotidiana, generan malestares en hombres y mujeres que no siempre son conscientizados por ellos y que en el proceso de constitución y socialización de los roles de género, la sociedad ha expropiado elementos importantes para el desarrollo pleno de uno y otro sexos.
La solución para resolver los problemas que se dan entre el hombre y la mujer no debe ser la queja de esta ni el silencio del otro, que es lo que se ha escogido como camino, pero que no resuelve las dificultades, hay que partir de la cooperación en la pareja para lo cual es necesario la buena comunicación entre ambos, defender sus proyectos de vida y ser más justos en el proceso de asunción de responsabilidades en el hogar y específicamente en la educación de los hijos, lo que ayudaría para lograr una vida familiar futura gratificante.
Ello es imposible al margen del desarrollo de la conciencia crítica de uno y otro sexos sobre sus expropiaciones históricas y la búsqueda de proyectos alternativos de vida que faciliten el encuentro y no la exclusión de ambos.
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