Humo dentro de la casa

Por Alexey Fajardo López
"Miren, yo no puedo dejarlos entrar ahora porque estoy ocupada lavando y haciendo todo lo de la casa. Si quieren vengan más tarde si no fírmenme el Visto y, si pasan preguntando, yo digo que ustedes ya fumigaron."
Ante aquella actitud, la joven de la brigada contra vectores intentó explicar: "Señora, quizás usted no sabe que en la ciudad hay una situación epidemiológica de alto riesgo para todos, y por eso necesitamos fumigar su casa. Es que en la cuadra de al lado se detectó un foco de mosquitos Aedes aegypti, y hay dos personas bajo observación por sospecha de dengue."
Con una negativa harto rotunda, la mujer inquirió: "¡Ay, a quién van a engañar con ese cuentecito! Aquí no se fumiga porque lo digo yo que soy la dueña de la casa". Y acto seguido tiró la puerta en las narices de los brigadistas.
Esta historia, créanme que es real. Y no es un caso aislado, pues en varias ocasiones he sido testigo hasta de acaloradas discusiones entre los Operarios y algunos moradores indolentes que, incrédulos y desinformados, se niegan a que su vivienda no solo sea fumigada sino, incluso, inspeccionada.
Ante tal situación, y conociendo que existen contravenciones aplicables a casos como este, me dirigí hasta el Puesto de mando habilitado por el Sectorial Provincial de Salud y la Unidad de lucha antivectorial, en igual nivel, en busca de información al respecto.
Allí supe que según plantea el Decreto 272, en su artículo 18, inciso r, la persona que se niegue a permitir que su residencia sea fumigada, contribuyendo con su actitud a la proliferación de enfermedades, puede ser multada entre 100 y 300 pesos, sanción impuesta por el propio operario.
De igual modo, en su inciso s, estipula una multa de 300 a 600 pesos para las administraciones de empresas, centros de trabajo o entidades que incurran en situación similar. De reiterarse el comportamiento, en ambos casos, recibirán tantas contravenciones como negativas en las que incida, incluso, podrán ser notificados ante la Policía Nacional Revolucionaria, que actuará de acuerdo con la gravedad del comportamiento, y recibir una multa de mayor importe.
Por su parte, los trabajadores de la campaña, al encontrar un domicilio cerrado, tienen la obligación de dejar, por debajo de la puerta, un modelo de Aviso, a través del cual solicitan a los inquilinos su presencia en el Área de Salud, para notificar el horario en que la vivienda puede ser inspeccionada o fumigada. De no acudir, estos pueden recibir la imposición de una penalidad entre 300 y 600 pesos.
Tengo la certeza de que usted, como yo, considera justas estas medidas porque creo que se trata de algo mucho más importante que una multa de mayor o menor valor.
Actitudes como las de la señora del inicio de este artículo ponen precio a la existencia como si alguien pudiera pagar una cifra equivalente a la vida de un ser humano.
Quizá por desconocimiento, que no exime de responsabilidad, algunos ignoren lo que tanto se dice por los medios masivos de comunicación en relación con el dañino vector y las consecuencias de su proliferación y, dejándose llevar por la prisa de la cotidianidad, abren las puertas de sus casas antes del tiempo establecido posterior a la fumigación —de 30 a 45 minutos— abriendo así, también, el acceso a la posibilidad de pérdidas irreparables en los núcleos familiares.
Tal vez haya quienes olvidaron aquellos duros años de la década del '80, cuando esta enfermedad cobró cientos de vidas en Cuba, muchas de ellas de niños y adolescentes.
Habría solo que reflexionar en una cifra que deja al desnudo la urgencia que hoy vive la ciudad cabecera: El índice máximo de infestación, al cierre del último ciclo, mostraba la alarmante cifra de 0,382 contra el 0,50 de permisibilidad que constituye la media nacional.
Y no es tremendismo o un intento del convencimiento por el convencimiento, sino necesidad de estar claros de que vivir vale la pena y, a veces, puede depender de una inspección especializada o de una buena humareda dentro de la casa.
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